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domingo, 8 de julio de 2007

Llovizna


Entre la oscuridad insondable de una noche de invierno común y corriente, mientras Colón contaba dentro de una sala cómo fue que a los catorce se enrroló como grumete, pequeños pedazos de agua se condensaban para mostrar su contestataria posición de llovizna de julio a los abitantes de la Ciudad Blanca.
Extraño es salir de una fantasía para entrar en un cadaver de nube.
El suelo mojado, el espíritu satisfecho por la presentación teatral, las paredes haciendo eco de risas y momentos de magia y la luna cómplice reasomándose entre ese rebaño de agua evaporada.
Es linda la sensación del deber cumplido pero extraña la liturgia de desarmar las luces y el escenario para dejar sólo ese sombrío vacío que es la ausencia de vida en los tablones de la sala de teatro.
El olor a humedad despeja toda melancolía, fue una noche agradable, sin lugar a dudas.

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