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lunes, 28 de abril de 2008

FITAZ 2008 (punto de vista)

Es una verdadera lástima tener que ir a ciudades como La Paz y Santa Cruz para darnos cuenta, con alegría, de que el nivel del teatro boliviano se ha elevado tanto en los últimos años.
De regreso a Sucre nos ponemos a pensar en la urgencia de organizar un enorme festival de teatro en nuestra ciudad para permitir a nuestra gente disfrutar de la maravilla del arte histriónico. Nos parece injusto que a los capitalinos se los deje sin la oportunidad de ver el trabajo de gente como Eduardo Calla o Saúl Alí por mencionar algunos grandes talentos bolivianos.
El Fitaz (Festival Internacional de Teatro de La Paz) que se realizó entre el 5 y el 20 de abril nos trajo maravillosas propuestas así como desagradables decepciones.
Comenzamos asistiendo a un teatro de sombras que llegó desde Indonesia de la mano del maestro Purbo Asmoro y es un fragmento del Mahabarata de Java. La obra realizada por el maestro Asmoro que manipulaba figuras de varilla admirablemente elaboradas, mostró la enorme capacidad del artista que contó a los presentes, pese a la brecha idiomática, “la profunda meditación de Arjuna” con gran habilidad.
Daniel Aguirre, del Teatro de Los andes, nos divirtió con “120 Kilos de Jazz”; un monólogo delicioso en el que el actor hace un fantástico despliegue corporal y vocal para contarnos la historia del gordo Mendez y su profundo amor… por la comida.
Desde la Argentina, el Teatro Calavera nos trajo la obra “Disección” en la que tres actores relatan de forma jocosa y desde tres puntos de vista distintos, una historia a cerca de la Segunda Guerra Mundial y el intento de escape de Polonia en busca de una frontera neutral. La belleza aquí se refugia obviamente en el contraste del humor dentro y frente al peso dramático de la historia.
“Los Rústicos” de Arrayán Teatro de Bolivia, nos devolvió al teatro clásico con un despliegue actoral magnífico. Dentro del elenco está la ganadora del premio a mejor actriz del Premio Nacional de Teatro del pasado año: Claudia Coronel.

Escena 163 nos deleitó con otra magnífica pieza del joven director y dramaturgo, Eduardo Calla. “Smell (yo no soy se tipo de gente…)” que es una obra que propone, de una forma muy urbana, tocar el tema del teatro, la vida del actor, su pobreza y lo maloliente de una sociedad consumida por estereotipos y prejuicios homo fóbicos.
También de Bolivia, Saúl Alí, del Teatro Bogatir, nos propone la obra “Macabro” en la que se relata una serie de historias sobre muerte y noctambulismo alcohólico en la que el actor maneja de forma prodigiosa el espacio escénico haciéndonos dar cuenta de por qué ganó el premio al mejor actor en el Premio Nacional de Teatro del pasado año.
Los dos días siguientes, las grandes decepciones del Fitaz vendrían de la mano de elencos internacionales. “Pra todo canto” del grupo Mawaca de Brasil y “Prometeo en Blues” del teatro Groucho de Italia nos mostraron una verdad ya sabida: no todo lo extranjero es mejor. El grupo brasilero nos dio un espectacular concierto, muchos instrumentos, buen manejo de las voces y hasta curvas resaltadas por danzas hindúes pero, no dio teatro. Algo similar, pero más decepcionante, fue lo propuesto por el teatro Groucho que fracasó en su intento de mostrarnos una pieza teatral – al menos – me dijo un amigo al salir de la obra – la gente de Brasil fue más sincera y nos puso claro que no haría teatro.
En contraste, otro elenco extranjero, nos mostró tal vez la mejor obra del Festival Internacional de La Paz. Sin tantas pretensiones y mostrando un trabajo bien pulido, llevado y velado; el Tryo Teatro Banda, de Chile, regaló la obra “Cautiverio Felis” a un público que vio conmovido la historia de un prisionero español en manos de los Mapuches. La obra, original de Francisco Nuñez de Pineda y Bascuñan escrita entre 1655 y 1665 y dirigida al Rey Carlos II para detener el exterminio de ese pueblo originario, nos llevó, a través de esta adaptación para el teatro realizada, dirigida y estelarizada por Francisco Sánchez, de la mano con el humor, al goce de una actuación impecable y una utilización impresionante de todos los recursos posibles en escena.
Pasando del humor a la tragedia pura shakesperiana nos encontramos con la propuesta del teatro Liberavi de la obra clásica “MacBeth”, obra de por sí vista con ojos extraños en el ámbito del teatro y sus supersticiones.
La casa del Perro, otro grupo Boliviano que sería hermoso poder presentar a la población capitalina, nos deleitó con “La zaga de los vampiros” una obra que nos cuenta una historia dentro de la historia. Javier Soliz y Luis Caballero nos regalan esta hermosa pieza sobre dos seres inmortales con una especie de crisis existencial; nada más cercano a la posibilidad de un vampiro boliviano.
Dentro del festival, también encontramos el trabajo del Teatro La Cueva y Títeres Paralamano, ganadores a mejor obra en el Premio Nacional de Teatro del año pasado, “El Otro Huevo de Colón”. Elogiada por la prolija manipulación del títere, la obra ofrece mucho más que eso. El humor es parte importante de un texto profundo y reflexivo que coloca a la historia de Colón detrás de un cristal diferente. Darío Torres, Francisco Barrios y Juan Rodríguez buscan en escena un equilibrio entre dos mundos procurando no irrumpir en las facilidades o conflictos del otro ámbito, una especie de tolerancia entre el mundo del títere y el mundo del actor. Paralamano además presentó con éxito la historia “Ojos Azules y la Mujer Pequeña” basada en el poema de Nazim Hikmet que también fue cantada por el músico argentino Juan Carlos Baglieto.
Debo admitir que México me sorprendió pues lo que antes había visto del teatro de ese país dejaba mucho que desear. Sin embargo, el Teatro que Danza, con su obra “diques al mar” nos regaló un espectáculo con belleza, buen trabajo metafórico y profundidad dramática.
De España, la Fundición de Sevilla con “Juan de Mairena” nos llevó de la mano de textos de Ernesto Machado a profundas reflexiones sobre la tolerancia ante las profundas y sinuosas relaciones entre todos los seres humanos y los pueblos. Tal vez la obra más difícil de desmenuzar por la complejidad del texto lleno de conceptos específicos, técnicos y teóricos que no dejó de ser bastante dinámica y agradable para el público.
De Perú, Pilar Nuñez trajo la historia de “Flora Tristán” en un monólogo que sirvió, ante todo, para demostrar la gran capacidad vocal de la actriz.
Lo apretado de los horarios, los cruces entre obras y las notorias desorganizaciones de la programación del Fitaz, no nos permitieron asistir a ver obras como “Eureka” y “Veladas Brechtianas” de David Mondaca, “Simbad” de Jorge Jamarilli, “Happy Days” de Kikin Teatro, “Los excéntricos de la noche” de Tucura Cunumi y Oasis Teatro (ganadora de mejor dirección en el Premio Nacional de Tatro “Peter Travesí” 2007) entre otras obras nacionales.
Como suele suceder en los festivales nacionales de teatro, hubieron desorganizaciones profundas e insalvables pero sin duda se consiguió llegar a muchos objetivos trazados por el equipo responsable de uno de los eventos principales del teatro en Bolivia.
La llegada del bicentenario sería una fantástica excusa para organizar por fin un festival de esta magnitud en nuestra ciudad, pese al riesgo que demuestra el ausentismo de la población en las salas de teatro de nuestra capital.
El Fitaz de este año, sacó a la luz algo hermoso: el trabajo de Bolivia dentro del teatro, más específicamente en ciertos grupos jóvenes, muestra un nivel comparable a cualquiera de las obras extranjeras vistas en este evento. La población debe aprender a confiar en el trabajo responsable de los grupos de teatro nacionales ya que sus propuestas están, sin lugar a dudas, mejorando y alcanzando con rapidez, niveles técnicos insospechados.
El público es el sustento de todas las expresiones artísticas, sin público el arte se estanca y parece desvanecerse así que también es responsabilidad del público el crearse un criterio que sólo es posible conseguir asistiendo continuamente a los espectáculos y las propuestas artísticas. Uno no puede dejar de alimentar a su espíritu y por eso es necesario que los responsables se pongan de una vez a trabajar en un menú digno de esta culta ciudad.
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