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lunes, 15 de septiembre de 2008

Septiembre no es noviembre... ni junio... es septiembre

Es una inútil pérdida de tiempo tratar de justificar ciertas conductas en base a los procesos mentales que las provocan cuando el interlocutor no tiene oídos para escucharte.
Lo triste de las separaciones no es el duelo de la pérdida sino la factura que a uno le pasan por todo lo hecho. Aunque, bien, uno hace lo que hace porque quiso hacerlo y entrega incluso lo que no tiene porque le parecía justo, lo verdaderamente doloroso es ver como nada de lo que uno pensaba que valía fue suficiente para conservar a ese alguien que te regalaba al menos un poco de equilibrio.
El que demasiado espera sólo sabe desilusionarse, pero cada uno comprende estos asuntos incluso antes de iniciar una relación, cada quien sabe los riesgos de este juego llamado amor. Dentro del mismo génesis de las cosas está engendrado el final de las mismas y un poderoso detonador es la distancia y la incomprensión (ambos sinónimos en ciertos aspectos de significantes).
El decir "lo intenté todo" también sería una mentira porque a veces la ausencia es también un intento de regresar...
Septiembre extiende sus recién retoñadas ramas para atraparme en la melancolía eternamente interrumpida por esporádicas paradojas sentimentaloides, ¿me consumirá esta soledad por fin? o simplemente volveré a soportar este infierno meloso de veintiunos de mes y veintiséis ya vacíos que cargaré a cuestas junto a estos veintinueve que nada bueno me dieron.

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