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martes, 16 de septiembre de 2008

Reflexiones de Pessoa I

Tal vez haciendo una especie de entrenamiento para realmente hacer un merecido homenaje en alguna próxima publicación del suplemento cultural a este gran escritor portugués, me animo a compartir otros textos del "libro del desasosiego" de Fernando Pessoa. Este será su mes en vista de mi, hoy por hoy, aguda inclinación a ser demasiado viceral en mis propios textos...
... dejemos que nos hable del arte para comenzar....



(...) El amor, el sueño, las drogas e intoxicantes, son formas elementales del arte, o, más bien, de producir el mismo efecto que él. Pero amor, sueño y drogas tienen cada uno su desilusión. El amor harta o desilusiona. Del sueño se despierta y cuando se ha dormido no se ha vivido. Las drogas se pagan con la ruina de ese mismo físico para estimular al cual han servido. Pero en el arte no hay desilusión porque la ilusión ha sido admitida desde el principio. No hay que despenar del arte, porque en él no dormimos, aunque Soñásemos. En el arte no hay tributo o multa que pagar por haber gozado de él (...)
(...) Todo cuanto buscamos, lo buscamos debido a una ambición, pero esa ambición o no se consigue, y somos pobres, o creemos que la hemos conseguido, y somos unos locos ricos.
Lo que me duele es que lo mejor es malo, y que otro, si lo hubiese, y que yo sueño, lo habría hecho mejor Todo cuanto hacemos, en el arte o en la vida, es la copia imperfecta de lo que hemos pensado hacer. Desdice, no sólo de la perfección exterior, sino también de la perfección interior; falla, no sólo la regla de lo que debería ser, sino también la regla de lo que creíamos que podía ser. Estamos huecos, no sólo por dentro, sino también por fuera, parias de la anticipación y de la promesa. ¡Con qué vigor del alma solitaria hice página sobre página, viviendo sílaba a sílaba la magia falsa, no de lo que escribía, sino de lo que suponía que escribía! ¡Con qué encantamiento de hechicería irónica me creí poeta de mi prosa, en el momento alado en que ella me nacía, más rápida que los movimientos de la pluma, como un desagravio falaz a los insultos de la vida! Y al final, hoy, releyendo, veo destriparse a mis muñecos, salírseles la paja por los rotos, vaciarse sin haber sido... (...)
(...) ¡Tú, que me oyes y apenas me escuchas, no sabes lo que es una tragedia! Perder padre y madre, no conseguir la gloria ni la felicidad, no tener un amigo ni un amor todo eso se puede soportar; lo que no se puede soportar es soñar una cosa bella que no sea posible lograr en acto o palabra. La conciencia del trabajo perfecto, la hartura de la obra conseguida suave es como el sueño bajo esa sombra de árbol, en el verano tranquilo (...)

Es como si de alguna manera este libro me hubiera conducido a una aceptación tácita de mis desasosiegos personales, no le deseo lo mismo a nadie, sólo comparto el texto diciendo algo como... "La gloria de un ocaso hermoso, me entristece con su belleza. Ante él digo siempre: ¡Qué contento debe sentirse al ver esto quien es feliz!" (Fernando Pessoa)

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