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jueves, 24 de junio de 2010

Hasta siempre Saramago

El pasado viernes, partió para saber personalmente la verdad. Se fue para continuar viaje tal vez; para enfrentarse a Dios y hacerse jalar las orejas por no creer en Él (si es que existe).
Desde otra perspectiva mirará nuevamente con esos ojos críticos a la humanidad y su falta de percepción; desde otro punto vista mirará otros detalles y confirmará, tal vez, sus sospechas a cerca del manejo del poder, la falsedad de las estructuras democráticas mundiales y las mil y un consecuencias del estúpido egoísmo del hombre.
El niño que debió llamarse José Sousa, acompañó cada letra que este inigualable escritor portugués que sería su yo adulto, dejando claro siempre ese su origen humilde de padres campesinos. Su pensamiento político, marcado tal vez por esa infancia, estuvo plagado de inteligentes metáforas y aguda crítica, así mismo sus novelas y otra literatura serían de un estilo muy particular y en este sentido cada relato suyo tiene mucho más que las historias que ahí se cuentan, no es coincidencia que el escritor dejara ciega a un ciudad entera para demostrar lo mucho que nos cuesta ver la realidad.
El ateo que se autodefinía como un “comunista hormonal” murió el pasado viernes tras un fallo multiorgánico derivado de su leucemia a la edad de 87 años. Justamente a ese ateísmo, es que él mismo le agradecía su enorme tolerancia diciendo: “No creo en dios y no me hace ninguna falta. Por lo menos estoy a salvo de ser intolerante. Los ateos somos las personas más tolerantes del mundo. Un creyente fácilmente pasa a la intolerancia. En ningún momento de la historia, en ningún lugar del planeta, las religiones han servido para que los seres humanos se acerquen unos a los otros. Por el contrario, sólo han servido para separar, para quemar, para torturar. No creo en dios, no lo necesito y además soy buena persona.”
Saramago trazó en sus textos, historias fantásticas y supo mezclarlas con dulzura y ácida crítica. Combinó claramente sus pensamientos filosófico-políticos con la poética de sus palabras sin caer nunca en el discurso panfletario.
El mismo hombre que supo salir a la defensa de personajes tontamente incomprendidos como Caín o María Magdalena ya lo dijo: “El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje.”
Hasta siempre Saramago.

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