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sábado, 26 de junio de 2010

Se me olvidó un Rey

El invierno pasado me había encontrado sin palabras. De pronto me veía rodeado de lápidas y me costaba ofrecer una línea a aquellos que se iban despidiendo del planeta. Así: apurados, ansiosos se me iban escurriendo magnánimos seres que terminé enterrando en epitafios comunes.
Pero a un año de esas pérdidas recién me percato del nuevo invierno que se me vino encima sin otorgarle al rey su reseña.
Sigue siendo tan presente, que de aquel grupo de hermanos al furor de su "this is it" post mortem hay un instante infinito colmado de reseñas y reversiones.
Probablemente este personaje sea de aquellos que todo el mundo acepta que nació para ser lo que al final llegó a ser. Como una víctima del mas impío efecto Pigmalión, esta predestinada efigie dejó encandilado al mundo artístico para crear nuevas visiones de lo posible en los terrenos del espectáculo. Su inalcanzable estela rubricada tal vez por Quincy Jhones en aquel disco fantástico de 1982 (que llegaría a ser el disco más vendido en la historia de la música), ha marcado el rumbo de las más diversas estrellas de la música actual.
La polémica vida del cantante ha estado en bocas y oídos de todos los que vivimos una época que latió por mucho al ritmo de su música y su vida llena de conflictos y especulaciones.
Para los que disfrutamos mucho de su música desde niños y para aquellos que no supieron gozar de su genialidad Michael Jackson es un ícono en el sentido más amplio del término; el hombre que de una generación a otra supo reinventarse fue el diseñador de las actuales reglas de juego del difícil mundo de la fama en la cultura pop.
No es que se me olvidara, sino que se me me olvidó que ya no estaba. Como en analgesis lo seguía escuchando en homenajes que me sonaban a normalidad de escuchar y reescuchar sus canciones.
Dijo que "eso era todo" pero a esa distancia en años luz que lo alejó de los demás, tardaremos mucho tiempo en darnos cuenta que esa estrella se apagó.

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