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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Palafrenes Metálicos

De entre las diferentes tribus urbanas, una tiene una particular carga; por historia, por esas características tan suyas: las leyendas, el enigma, esa especie de solemnidad de la que se embisten: los motoqueros.
Estos personajes que siempre supieron formar parte del imaginario de las ciudades, andan sobre majestuosas máquinas y recorren distintos parajes montados en esas enormes bestias que combinan lo salvaje y lo tecnológico; siempre adheridos al cuero y los ideales propios que los mueven, conmueven y vinculan entre si.
Estos seres particulares que se camuflan entre las demás personas pero que por dentro llevan a cuestas esa pasión que bordea lo esotérico, de vez en vez, nos deslumbran con caravanas y exposiciones que los desnudan frente a las otras tribus y las personas comunes que habitan las urbes.
Así sucedió el pasado domingo 31 y lunes 1, cuando a eso de las cinco de la tarde, del lado norte de nuestra plaza central, los fierros comenzaron a ronronear y reflejar el sol del atardecer, entre fuego y transeúntes curiosos que se deslizaban entre nombres descomunales como: BMW, Jawa, BRP o Harley Davidson entre otras.
Lo que causaba aquella extraña aglomeración de gente, era el resultado de los esfuerzos de dos personas: Melvin Romero y María “Maya” Fernández que con bastante empeño y dedicación consiguieron juntar dos eventos importantes de este interesante mundo de las motocicletas y hacer que confluyan en total armonía: el montaje de un museo temporal de estas maquinarias legendarias – que incluía un trío de antiguas Indian’s –, y recibir a la caravana del Club de Motos Clásicas de Cochabamba – que aglutinaba a 35 personas y 20 grandiosas máquinas.
Melvin Romero, cuyo amor por esta vida de cuero y motores en nuestra ciudad no se puede poner en entredicho, confesó que la falta de apoyo llegó a desmotivarlo en determinado momento pero que fue la querida “Maya” (María Fernández) quien se convirtió en una especie de musa que escuchaba e inspiraba.
La sede del evento, fue facilitada por Marco Prado, responsable de “Pueblo Chico” y con este último detalle resuelto, tanto el museo como la caravana de motocicletas, convergieron para convertirse en una singular muestra de la energía que esta tribu particular lleva dentro, muestra que incluyó en su programación un concierto de la magnífica banda “Tripulante” (nada más acertado en esta singular fiesta de tuercas y motores).
Este mundo de “reencuentro con los amigos, goce de paisajes y regreso continuo a las carreteras y los lugares desconocidos” – como lo describió Molina (responsable de la caravana) – encontró en Sucre un parqueo adecuado, un taller para fumigar los espíritus y recauchutar los corazones; encontró aquí un lugar para comprometer el retorno y despertar en otros esta pasión por esos briosos corceles contemporáneos.

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