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viernes, 26 de agosto de 2011

Fragmentario

Acompañado de mi bruja galáctica personal nos apersonamos a la propuesta de Diego Aramburo que nos ofreció la obra "Texto M" en la Alianza Francesa, en la que el actor argentino Agustín Vásquez interpretaba a un hombre mutilado que habitaba un refrigerador.
La obra que dura una hora rompe los códigos habituales del teatro nacional acercándose tal vez un poco más a las propuestas europeas.
Las limitaciones interpuestas hábilmente por el director obligaban al protagonista del monólogo a irradiar toda su energía desde el frí cubículo del congelador, de donde el personaje compartía su visión y transcurrir en un universo de vacíos–bunkers con señales no correspondidas y profundos cuestionamientos existenciales, hábilmente dosificados por el autor Huber Colaf.
Las frías luces de neón aportaban positivamente a la propuesta y a la temática en cuestión mientras las proyecciones de video – por detrás del foco de atención – y los efectos sonoros se articulaban de forma óptima creando un sistema de signos completamente funcional.
Un actor desmembrado vestido de nevera manejaba los ritmos, las intensidades y las intenciones a plan de voz, gesto y hasta golpe de máscara. Cuajada saliva simulaba la escarcha de su hábitat mientras llevaba al público a insospechados momentos de tensión.
No es la primera vez que vemos que Aramburo trabaja con esta pseudo-inmovilidad de sus actores y este recurso de alguna manera exige a su público una atención alejada de ciertos barroquismos dinámico-estéticos.
No es coincidencia que el trabajo de Kikin Teatro sea considerado de los más vanguardistas a nivel nacional y que tenga ese importante recorrido internacional. Como casi siempre salimos de la sala, increpados e interrogados y cabilantes volvemos a la realidad siempre tan llena de nausea y vacío sin procesar.
Fotografía: Grecia Tardío Rodríguez

jueves, 25 de agosto de 2011

Corazón Coraza

Porque te tengo y no
porque te pienso
porque la noche está de ojos abiertos
porque la noche pasa y digo amor
porque has venido a recoger tu imagen
y eres mejor que todas tus imágenes
porque eres linda desde el pie hasta el alma
porque eres buena desde el alma a mí
porque te escondes dulce en el orgullo
pequeña y dulce
corazón coraza

porque eres mía
porque no eres mía
porque te miro y muero
y peor que muero
si no te miro amor
si no te miro

porque tú siempre existes dondequiera
pero existes mejor donde te quiero
porque tu boca es sangre
y tienes frío
tengo que amarte amor
tengo que amarte
aunque esta herida duela como dos
aunque te busque y no te encuentre
y aunque
la noche pase y yo te tenga
y no.

Mario Benedetti

sábado, 20 de agosto de 2011

Sapo verde to you

Cuando se escucha la música de Las Fábulas del Sapo, se identifican inmediatamente dos fuertes vertientes. Por una parte, se reconocen estructuras melódicas que fácilmente se vinculan con los sonidos ancestrales de por aquí – y algunos de por allá - que en lugar de ser antagonistas se convierten en una especie de catalizador de las claras intenciones urbanas que constituyen justamente la segunda vertiente de esta propuesta.
Cuando se escucha la música de Las Fábulas del Sapo, sale a relucir la habilidad y convicción de Oscar Padilla, amplificadas por el simbiótico grupo conformado por Franco Poppe (Batería), Pablo Avilés (Guitarra eléctrica), Ignacio Rocha (Bajo y Coros) y Mauricio Melcón (Percusión, armónica y coros) que son el resultado actual de esta búsqueda que se inició formalmente hace justamente un año pero que tiene su génesis un poco más atrás en el tiempo.
Es importante – casi imprescindible – resaltar la estrepitosa evolución, que en este corto tiempo, ha situado al grupo en una posición casi protagónica entre las bandas actuales de nuestra ciudad pues demuestra el compromiso con su arte y el respeto hacia su público – cada vez mayor y siempre fiel.
Estos distinguidos batracios capitalinos mantienen clara su visión y sus firmes intenciones de seguir evolucionando en una especie de metamorfósis continua e interminable que los impulse en esta implacable búsqueda de su “pichon” (metafórico y minúsculo personaje que es como un punto de partida y retorno cíclico que revoluciona sobre su propio eje, salpicando las fábulas charco afuera).
Como la gran mayoría – si no la totalidad – de los músicos, bandas y proyectos musicales o artísticos de otra índole en nuestra “culta” Charcas, Las Fábulas del Sapo son el resultado de su propio esfuerzo, constancia y perseverancia; son otra muestra de que la indiferencia y la falta de apoyo, aunque molestan mucho, no llegan a desmotivar por completo a nuestros verdaderos actores culturales.
Cuando uno escucha Las Fábulas del Sapo, siente ganas de compartir esas moralejas gestálticas con el escucha de a lado para comprobar las fantásticas diferencias subjetivas humanas. Uno advierte que se dicen cosas nuevas que están fuera de otros discursos, que se están denunciando taras y que, sin duda, se está ante algo original, actual y bien realizado.
Las Fábulas del Sapo llevan recién un año “buscando al pichón” con esta vehemencia que sin duda seguirá sacando a flote, tantas cosas que antes pasaban desapercibidas.

Convicción convicta


"La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano."
Friederick Nietzsche

A veces me pregunto: ¿es en verdad esta mi naturaleza?. Y es que a menudo pareciera que busco parecerme a algo que al común de la gente le perecería bien.
Y después, me encuentro a mi mismo en medio de torbellinos autoinflingidos a los que en realidad me tengo muy poco acostumbrado.
En días como este, en los que, como mártir inmolado, uno se abandona a la autocontemplación olvidando la existencia del mundo exterior, uno sufre de ese síndrome de abstinencia de abuelitas y caperucitas; de pronto nos invade ese deseo de quitarnos la piel de cordero porque dudamos si en verdad valen la pena esas tentadoras convicciones nuevas que uno quiere asumir, esas que dictan fe, que invitan al orden, a la fidelidad.
Las noches en las que la duda corroe y la mente y las situaciones claman venganza, para evitar ser inconsecuentes, uno retrae los colmillos pese a que de pronto - como parte de un complot - aparecen y desfilan los cuellos inmaculados de tantas víctimas posibles tentando al límite a nuestro espíritu tan deseoso de no ser el primer engañado sino - de preferencia - ser el primero en traicionar para no quedar como tonto.
Pero las posturas que se asumen son las elegidas por uno y si uno no sabe respetarse no puede exigir respeto. Es más, quien no se tiene respeto, no sabe aceptarlo cuando llega, a penas y lo reconoce. La persona que se sonríe ante un piropo soez y acepta los maltratos intrínsecos de los comentarios que llegan disfrazados de inocente juego como parte de una pulla indecente se van alejando de a poco del verdadero sentido del valer, y uno vale en tanto impone sus límites incluso con el riesgo de abandonar ese lugar que cree amar pese a lo degradante de esa artificialidad a la que le tiene acostumbrado.

sábado, 6 de agosto de 2011

Asumir el riesgo

Se pierde soga y cabrito en este eterno síndrome de indecisiones y posturas desacertadas. El temor de que la manzana se acabe nos aleja de disfrutar la primera mordida, y las siguientes pero aunque el sentido común diga lo contrario, la libertad en todo caso no se pierde sino que se empeña o se perfecciona cuando se busca juntar senderos con alguno de nuestros congéneres.
Pero uno no se da por enterado hasta después que empieza a sentir las ausencias autoprovocadas como consecuencia de esta eterna desconfianza que tenemos de ser merecedores de la felicidad.
Hay como una especie de confusión de mensajes, certidumbres y corazonadas; mientras algo dentro nuestro nos asegura estar cometiendo el mayor error de nuestra vida otro pedazo de nosotros nos asegura equivocadamente que todo permanecerá inmóvil si se sabe esperar los momentos adecuados. Pero luego el mundo se transforma, nosotros sufrimos nuestras incontables metamorfósis y en poco tiempo los momentos se hacen cada vez menos precisos. Porque en realidad, el momento indicado es aquel en el que se asume una decisión, aquel en el que despojados de temor o falsas aspiraciones nos sabemos brindar al peligro de vivir y seguir avanzando pese al riesgo de romper nuestros falsos paraísos por la promesa del conocimiento y el pecado de no estar conformes con la liviandad de la vida.
Y pese a que el dolor puede ser al final la única retribución, el sendero recorrido y los pequeños placeres no tienen valoración posible y se vuelven eternos bienes mnémicos que giran en el infinito universo de lo que hace que el existir valga la pena.

jueves, 4 de agosto de 2011

Avances implacables

El tiempo ha pasado tan en silencio que uno no se da cuenta cuándo su lánguido transitar y su avance implacable se han vuelto conscientes.
Es hermoso poder darnos cuenta de lo mucho que hemos avanzado. Ahora vemos las etapas con claridad, notamos y anotamos cada relación importante, cada injusticia, cada triunfo, cada travesía, cada pequeña porción de tiempo invertido.
De a poco vamos asimilando las fallas, las virtudes, los dones recibidos, los objetivos alcanzados, los acobardados escapes, los sinsabores, las decepciones.
Nadie vale lo que cree valer y por esto a veces aceptamos pequeñeces dudando de nuestro derecho a reclamar lo que merecemos en verdad. Recién más adelante uno es capaz de ponerse firme ante las valoraciones minimizantes y abandonar los lugares que nos desgastan.
Los años avanzan y uno prioriza cosas diferentes; uno se analiza con mayor profundidad, con mayor certeza pero también con mas torpeza y mordacidad.
Ha pasado tanto tiempo cargando incontables encuentros, que como una película, la vida termina siendo sólo una enorme sucesión de cuadros y sensaciones.
Es gracias al tiempo que uno aprende a no desesperar, es gracias al tiempo que las etapas duran o perduran y es él mismo el que limpia las limaduras que producen las sumisiones.
Por suerte mi niñez me acompaña eternamente, a ella le debo esta transparencia, a ella le dedico esta hermosa capacidad de sonreír eternamente.
Han pasado los años y el tiempo sigue regalando vivencias y entendimiento, incluso a pesar de los extravíos.