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martes, 13 de diciembre de 2011

Diques vencidos

Hoy, durante un trabajo que realizamos en el taller de teatro que me trajo a esta ciudad, de pronto saltaron las chispas entre los dedos de la compañera que estimulaba mi cuerpo con sus masajes y las voces en mi interior que - por instrucciones del facilitador - entablaron una perturbadora conversación a modo de entrevista.
Hoy, en la mañana, no fui escindido, no fui el dual, el ying yang, el géminis absurdo, dicotómico, ciclotímico y limítrofe; hoy, en la mañana sume mi dolor a mi fuerza, junté mis amables lluvias con saña, hice de tripas corazón y rompí mi dique a fuerza de interrogarme con una agudeza despiadada.
Y de la singular mezcla en equilibrio no resultó el simple equilibrio, sino un tercero equilibrante que asistió a la entrevista como espectador crítico que tenía al final todas las observaciones claras y las regaló, mientras me desempañaba los ojos con las manos, convertidas en una visión caleidoscópica y alejada del simple monocromo de matiz exagerado que reinaba.
Mis lesiones severas son de tiempos demasiado perturbados, demasiado influenciados, equivocados - me dije.
Siempre pasa, que cuando asumo nuevas posturas y renazco, renunciando a mis esclavitudes voluntarias, de a poco se abren puertas insospechadas, nuevas miradas, nuevos climas, nuevas veredas, nuevos trabajos y se ve el horizonte en su magnitud real: inmenso, circular e infinito.
Y todo de pronto se libera; se destapa como oreja tras bostezo, como dique que al colapsar barre con todo despiadadamente pero limpia y permite recomenzar con nuevas estructuras, cada vez más sólidas.
Este efecto dominó llega siempre más allá de lo que se cree, las fichas/muros, cada pieza/tara, cada bloque/necedad derrumba a su semejante hasta llegar a los ocultos barrotes de alguna celda desconocida de mis calabozos subterráneos.
Se detiene el granizo, los rayos espantan con su magnetismo esa atracción al desasosiego y veo algo de luz al final de esta dura jornada gregoriana.

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