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domingo, 12 de febrero de 2012

Balance

Los domingos son días extraños. Más aun cuando oscilan entre el sol y la penumbra de los nubarrones quejumbrosos que amenazan con quebrarse en cualquier momento.
Días como este, con su olor a carne en parrilla, con su inconsistencia de faenas domésticas, con sus comidas tan de último día de descanso, son excelentes para hacernos pensar y llevarnos a interesantes cuestionamientos.
Dicen que sólo en aguas tranquilas uno puede ver su reflejo y tal vez lo más perturbador de los domingos sea justamente esa serenidad a la que nos invitan.
Pero este séptimo de semana, exuda aromas diferentes a otros tantos sin sol y permiten momentos de lucidez, serenidad y satisfacción.
Se hizo la luz antes del primer día de semana y voces del pasado, transcritas en pequeñas ventanitas de chat, me dejan entrever que un rumbo asumido hace tiempo atrás ha sido una decisión acertada entre tantas que a veces no fueron pensadas con cautela.
Lo imperturbable de lo causal reluce transluciendo existencias transversales que ahora se ven extraviadas en nimiedades mientras uno se proyecta sobre rieles asentadas correctamente en razones trascendentales que te empujan a tomar decisiones en el día a día infinito de una existencia que nos pertenece por completo.
Es lindo saber que uno tuvo una racha de buenas decisiones ultimamente, es lindo ser consciente de ello y pretender mantener esa visión clara y enfocada en lo que es realmente medular. Es bueno saber que uno está completo y es capaz de asumirse así ante otra persona que al parecer también es capaz de mantener una visión clara y sincera, y que - como salida de ese espejo de agua serena - puede ofrecer esas mismas certezas desde su lado del péndulo.

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