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viernes, 30 de marzo de 2012

Espejismo social

A cada minuto aparece un síntoma. Esta costumbre de ser víctima en lugar de victimador difumina y confunde los caprichos con los vacíos reales del mundo exterior.
Somos seres que sabemos pretender en demasía y el castigo a eso es la decepción; ¿podrá ser la culpa el justificativo que necesitamos para aquello que no se nos concede?. Pareciera ser que buscamos que el mundo real no sea el que falla y pretendemos creer, a veces, que somos nosotros los que no estamos sintonizados.
"Estar adaptados a una sociedad profundamente enferma no es precisamente síntoma de buena salud" nos dice Jiddu Krishnamurti, y en verdad eso nos permite dudar de algunas decisiones que tomamos en este transitar.
Todos pasan envueltos en cortinajes porque mostrar debilidad quita poder, respeto, glamour, confianza, etcétera.
Y es que la sinceridad, la humanidad, la ausencia de revestimientos y la sensibilidad, ya no venden; y todos hemos aprendido a valorar a las personas de forma equivocada. Y por lo mismo, en contraposición, hemos adquirido la maña de conducirnos de cierta manera para incrementar nuestro "valor" frente al otro: ocultando pensamientos o ideas, modificando detalles o simulando actitudes y posturas; aprendiendo a ser ese que no se es para intentar recibir aquello que el otro ni siquiera tiene para darnos (parafraseando en ecuación a Jacques Lacán).
La sociedad nos ha vendido un simulacro continuado, los que terminan solos son los seres inadaptados. Los que aun creían que se los aceptaría siendo sinceros, los que no simulaban lo triunfal como pavo reales para seducir y triunfar, los que lamentaban públicamente sus errores pese a la consiguiente publicidad negativa; los melancólicos, los bohemios, los errabundos.
Pobres seres engañados y tan cortos de vista.

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