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miércoles, 25 de abril de 2012

Pulsión


Reneguemos contra este asunto de no permitirnos estar bien o le busquemos una solución. ¿Qué es todo esto de vivir y querer matarnos?

Pobre Venus, creada con afán y mutilada con premura. Patético ejemplo de la humanidad, clara metáfora de ese construir algo para darle de golpes y ver si aguanta. Castillos de arena diseñados a medida del ansia de destrucción.

Eros y Tánatos, tan internos y externos, tan cíclicos, tan intercambiables. Como piecesitas de rompecabezas que encajan en cualquier lugar, siempre bienvenidas, comodines que desacomodan; tensión, azar, dinámica.
¿Desde qué ángulo se ve el que se cree lo mejor sin serlo?, y ¿gracias a qué perspectiva se miniaturiza el grande que poco valor se da? ¿De qué color son los fantasmas que se vuelven filtros de luz y determinan el matiz de nuestra percepción?. 

Sumisos azules, rojos sedientos de dolor... 
¿Qué determina el que unos se autodestruyan mientras otros buscan a toda costa autopreservarse?, ¿qué impulsa a algunos a crear lazos mientras a otros les nace esa necesidad de destruirlos junto a las sociedades y los dogmas?. 
Dicen algunos, que nuestros modelos nos pusieron los primeros filtros y por eso, mas adelante, nos cuesta romper los envases a los que nos apegamos por defecto. Ahí está la cadena de infelicidades familiares, la actitud combativa, la de renuncia, el goce por la destrucción, la rigidez de la autocrítica, cada efecto nocivo y bendito de la herencia giran lado con lado en un eterno lance de moneda... pero... es obvio que no a todos les importa todo esto. 
De qué nos sirve lamentar la incertidumbre de las estructuras si total no importa si al final se desmoronan y caen. Si total nada de lo que se haga será suficiente a menos que sea en la ilusión de serlo. 
Renuncia y estaticidad: ni destrucción, ni ruego, ni supervivencia. Todos quisiéramos ni estar expectantes a lo que sucediera, si así se decidiera.

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