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sábado, 27 de octubre de 2012

En el ojo de la tormenta

¿Miedo?. No, sólo incertidumbre. 
Algo de rabia por la injusta posibilidad de terminar pagando por las incompetencias ajenas. 
El futuro se hace mas difuso, las personas al rededor incrementan las cada vez más inmanejables variables de una ecuación que de por sí ya era complicada y la impotencia se dibuja burlona recordándonos que no todo depende de uno mismo.
¿Qué hacer cuando todo lo que intentamos no es suficiente?, ¿a quién echarle la culpa?, ¿ante quién justificarse? 
Si total, mañana no estaremos y nuestros logros serán recuerdos en otros, dibujos diluidos, cenizas, polvo, nada; es muy probable que a nadie procure darse cuenta de los sacrificios hechos y que poco le importe a la gente la enorme cantidad de buenas intenciones que motivaron nuestros proyectos más alocados, nuestras acciones más insensatas, nuestras palabras mas crueles.
¿Miedo?, no, sólo desazón, ganas de mandar todo al diablo, de colgar los cachos, de parar el show, de bajar la guardia y gritar, a todos los que le dan aliento al fracaso, lo que pienso de ellos y sus estrechas visiones de oficina burocrática.
¿Miedo?, sólo de perder el impulso, de las malas lenguas predispuestas a sentenciar, de la confusión en el caos, del sonido que suelen hacer las frágiles amistades al quebrarse y de la torpeza que me vaya a despertar este enfrentamiento con la obtusa visión de unos cuantos.

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