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viernes, 22 de noviembre de 2013

La fiesta de la patrona

Están sonando los tambores, ¿los escuchas hijo?. Apurate, colocate bien la tunantera, no vayas a hacer caer tu guitarra de nuevo. La señora decapitada nos espera en su casa, hace dos días que la fiesta no se detiene. Todos han tomado la mansión, todos están tocando alrededor de la señora que no agoniza.
Es un gran día mi hijo, ahora tendremos una casa digna de un músico, un techo, un banquete.
Respira profundo, vamos a llegar cantando a voz en cuello, vamos a hacer lo que sabemos hacer, vamos a mostrarle a toda la gente lo que vale nuestro talento mi hijo. Tu la primera, yo la segunda. En los coros más rápido y más fuerte; modular, todo está en modular.
Hijo mio, vamos sin desanimar, pese al silencio de las palmas, al cuchicheo de los comensales que sobreponen sus cubiertos a nuestras notas; con orgullo hijo querido, con la frente en alto pese a los pantalones raídos y los panes duros guardados como tesoro.
Vamos a cantarle a la señora decapitada, es nuestro día; con todo el corazón puesto en las manos que tocan, con la cabeza fría y fija en el aire que se agolpa en nuestra boca, nos sumemos a los demás sabiendo que somos capaces de tumbar cualquier muro con nuestro canto.
Es la hora hijo mio: A la una, a las dos, a la un, dos tres...

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