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viernes, 3 de marzo de 2017

Turbas desatinadas

Heredamos el circo. Lo transformamos, mutó, se adaptó, se sincretizó. Y de pronto, el coliseo es  una pantalla.
La turba siempre sedienta de sangre, está cansada de romper espejos viendo su realidad tan de frente. Por eso, queriendo ver lo mejor de sí misma en otro, edifica ídolos breves que puede quemar luego para aplacar su descontento (también consigo misma). 
A Ronald, lo lanzaron a la arena sin escudo y armado sólo con su frase viral. Nadie le advirtió el asunto de volverse figura pública y el daño que le podría causar algún político oportunista que le diera un premio, con el interés de hacer buenas migas con la sociedad "apoyando" al personaje querido de turno.
(No le des mucha importancia a todo esto Ronald, podría haberle pasado a cualquiera, no es personal).
La gente no odia al gladiador, no es por eso que lo mandan a la arena. Lo quieren ver devorado por las fieras pero no lo odian. Necesitan que se lo devoren para hacer crecer su odio contra el tirano de turno en el trono.
Pero algunos "cristianos" se creen leones, y, en realidad como corderos, desprecian al símil sin darse cuenta de todo el contexto del asunto.
La crítica debería recaer en la trasnochada autoridad a la que se lo ocurrió la idea de premiar la borrachera y no sobre el sujeto que pagó sus cinco minutos de fama con el desprecio de la tonta turba enardecida en las redes sociales.
Por eso, la crítica también debe caer en el desatino de la masa y su arrogancia dañina porque su falta de visión justifica además la permanencia de los más inadecuados en los cargos públicos. 
Al final, ídolos y autoridades terminan ahí porque reflejan también algo de lo que más odiamos de nosotros mismos.