
Es un gran día mi hijo, ahora tendremos una casa digna de un músico, un techo, un banquete.
Respira profundo, vamos a llegar cantando a voz en cuello, vamos a hacer lo que sabemos hacer, vamos a mostrarle a toda la gente lo que vale nuestro talento mi hijo. Tu la primera, yo la segunda. En los coros más rápido y más fuerte; modular, todo está en modular.
Hijo mio, vamos sin desanimar, pese al silencio de las palmas, al cuchicheo de los comensales que sobreponen sus cubiertos a nuestras notas; con orgullo hijo querido, con la frente en alto pese a los pantalones raídos y los panes duros guardados como tesoro.
Vamos a cantarle a la señora decapitada, es nuestro día; con todo el corazón puesto en las manos que tocan, con la cabeza fría y fija en el aire que se agolpa en nuestra boca, nos sumemos a los demás sabiendo que somos capaces de tumbar cualquier muro con nuestro canto.
Es la hora hijo mio: A la una, a las dos, a la un, dos tres...