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martes, 27 de marzo de 2018

Arte y panfleto

Para un artista, la libertad es tan indispensable como el talento o la inteligencia.
Oscar Wilde

Es necesario tener bien puestos los límites para ponerse excesivo. Es decir, tener las reglas claritas para poder romperlas y así justamente, poder excederse. Y hay gente en todos los rubros que intenta transgredir líneas en diferentes facetas del quehacer humano creando así nuevas formas y posibilidades para los que vienen por detrás. En este sentido, el arte y la ciencia deben ser las que sorprenden de las más gratas maneras. 

A menudo, en los momentos de mayor conflicto y crisis, en las sociedades surgen voces que terminan convirtiéndose en referencias de la expresión artística de una generación, época o espacio geográfico concreto. Así mismo, los auges económicos también preludian – sólo a veces – eras gloriosas en esta maravillosa faceta de la humanidad.

La diferencia radica en las obras que SURGEN ante algo, conmovidas, plenas o al menos enfurecidas por ello, frente a otras que se descogotan inútilmente doblegadas al discurso de turno sabiéndose por ende, efímeras como ese trampolín que les regaló sus diez minutos de fama.

Y es que no es lo mismo que el artista aborde un tema porque le mueve la pasión, que caer en el mismo tema porque es el único que le dejan tocar al artista si quiere que le dé para lograr llevarse algo a la boca, y ahí es donde se permite que lentamente el panfleto ocupe falsamente el lugar de la obra de arte.

El reciente apogeo del circo reivindicatorio que se vivió en Bolivia con relación al tema marítimo, colmó las redes sociales con críticas acertadas y fuertes vituperios (riesgo que corre cualquier presentación de calidad insuficiente) contra espectáculos y manifestaciones como las ofrecidas por el Ballet Nacional en las denominadas Jornadas por el Mar y otras que ya van superando la resistencia y flexibilidad del discurso gubernamental que pareciera que inútilmente intenta crear un enemigo forzando recetas goebbelianas.

Pero es sólo un acento, porque espacios y recursos de cultura se derivan desde hace tiempo ya hacia una u otra situación coyuntural con claras intenciones tendenciosas dejando a menos proyectos y voces que pretendían hablar sobre temas como la violencia contra la mujer o sobre la precariedad de nuestros sistemas de educación, salud y trabajo, para citar algunos ejemplos, temas que no por coincidencia los artistas y creadores abordaron mucho en los últimos tres años (con poco o nada de apoyo) pero que vinculados a políticas estatales más coherentes en estas temáticas podrían haber generado impacto y cambios reales en nuestra sociedad utilizando adecuadamente algunos de esos recursos derrochados en tanto despropósito.

Lastimosamente, la mirada que aún predomina sobre el arte, pareciera que lo pone más en una posición de gasto inútil que debe economizarse o sacársele más provecho mediático y político propagandista, que como una necesidad y derecho humanos; negando las verdaderas posibilidades que éste ofrece para colaborar con el estado en un desarrollo integral de la ciudadanía. Y lastimosamente, el artista boliviano, inmaduro, desarticulado y despojado ya de amor propio, acepta a menudo ese trato y una serie de informalidades, irrespetos y abaratamiento a sus propuestas y presupuestos porque enfrentarse – así como islita solitaria – puede significar ya no obtener ni siquiera esas tristes migajas y siendo justos, sabemos que cuando no nos aprieta el cinturón es fácil criticar la falta de valores, convicciones o ética de nuestros creadores y actores culturales pero el instinto de conservación muchas veces termina convirtiendo a más de un artista en el proxeneta de sus propios talentos (atenuante no válido para los oportunistas vendidos por mera codicia).

Y es que pareciera que las instituciones dependientes del estado, que deberían apoyar incondicionalmente y conducir un verdadero desarrollo de las diferentes expresiones artísticas en nuestro país, tienen el ajayu pedaceado como tela para banderas de campaña y ahora que el auge pasó y no se le sacó provecho, no saben cómo salir de ese delirio que les hace creer que las voces en su cabeza son las de su sociedad sin ser más que mandatos cada vez más irracionales. Hoy, en nuestro país, más que políticas que fortalezcan la formación, creación y difusión de nuestros artistas, se ven celadas que buscan enfilar a todos políticamente o empujarlos a ayudar a enfilar a la gente como perros pastores, trocando así la urgencia de expresión humana en simple herramienta de propaganda.

Es importante cuestionarse las cosas y hacer crítica hacia adentro de la institución pública. Recordar para quién se trabaja en realidad es fundamental, porque al igual que el artista, el profesor, el obrero, el servidor público y cada labor que se digne de estar bien realizada y encaminada, el objetivo final que se persigue, es dejar una sociedad cada vez en mejores condiciones y no simplemente seguir mandatos y lineamientos a los que se les nota su mala o trastornada dirección.

Dejar respirar, es más, buscar oxigenar es el verdadero llamado. Saber que se invierte en lugar de creer que se gasta. Generar nuevas formas y recursos, vincular más el arte a la educación y brindarle más espacio aún en los medios para amplificar su alcance e impacto. Incrementar y dinamizar los recursos que se le brindan y replantear estrategias y políticas que le devuelvan el norte a las obligaciones que se tienen con este sector específico de la cultura en nuestro país. Estas son algunas labores pendientes que uno nunca pierde la esperanza de que sean encaradas adecuadamente por aquellos ciudadanos que fueron designados para estas tareas.