En facebook

miércoles, 28 de diciembre de 2016

a esos 62 que ya tienen la mitad

¿A qué estás jugando?
Si no tenemos otro hogar, 
si tal vez sólo esta vida nos queda.
¿A qué estás jugando?

Se volvió billete cada madera
¿sólo para armar este tablero y ver 
quién al final se queda con todo?

Y ¿ahora qué?, ¿ahora qué? 
ahora que todo eso que hubo 
sólo es este poco que queda.



No te importa,  claro,
ahora vendes virtualidad, 
vendes nuevas necesidades,
tienes nuevas ideas
vendes ropa 
y la obligación de entrar en ella. 

Juegan a tener posesiones
y con lo poco que les pagas
te pagan a vos por ellas.
 Todo controlado con fes
con hipnosis, con fronteras,
como si fuera normal  y elegido
vivir así, siempre a la carrera.

¿Que decirte?
o sabes algo que no sabemos 
o se nota que no entiendes.
¿Cómo te digo?
El mundo colapsa, y tu vendes.

martes, 27 de diciembre de 2016

Cortinas de humo

Lo que se esconde tras la fiesta no puede ni nombrarse, 
lo que se acalla tras el ruido de los fuegos fatuos 
que te hacen ver al cielo escapando del panorama, 
son las centellas en tierra y el ruido de la desesperanza.

Dejo que el rencor se me ablande hirviendo en la picana 
y cierro la puerta para que el vecino que no tiene, 
no se antoje lo que es mío 
y también para evitar que su música de funeral 
no me arruine a mi la fiesta. 

Y luego, todo se entibia y hasta me olvido.
Al menos hasta que pasa de nuevo, 
cada vez más cerca de mi puerta.

martes, 6 de diciembre de 2016

Velorios



Me duelen, más que mi dolor, los otros dolores. 
La vida es vidrio que al romperse corta y son de sangre las lágrimas que por sangre brotan. 
Duro asunto la existencia y su contrario, similar a una promesa rota. 
Entiendo el porqué de tanto silencio cuando las palabras tampoco soportan.

jueves, 1 de diciembre de 2016

No te metas los muertos a la boca




Además está fresco. Al menos dale tiempo para que termine de secarse hecho tinta en los libros de historia a los que tal vez ni tu ni yo entremos.
También piensa: ¿quién quiere saber tu opinión después de todo? (o la mía)... lo siento, sé que tampoco es ese el punto. 
No niño, no. No te metas los muertos a la boca, es de mala educación. Más aun si los muertos no son tuyos.

domingo, 9 de octubre de 2016

Tormenta silenciosa


Cantemos bajo la lluvia, 

cada quien sobre su tejado, 

como gatos sin miedo al agua ajena

o como esperando a que nos parta un rayo.

Salgamos al techo 

a ver las soledades bajo el temporal. 

Con el techo sobre el techo gruñendo, 

con el techo sobre ese techo gravitando en paz.

Que el ojo no engañe al tacto

que el dolor sabe gritar sólo 

y no precisa de rabias por detrás.

Cantemos bajo la lluvia,

viendo como no todos nos ahogamos

viendo como apenas flotan los demás.

miércoles, 3 de agosto de 2016

Sole sola

Alejarse casi siempre ofrece otras perspectivas.
Las cosas de lejos se ven más pequeñas y los problemas pueden apreciarse en todo su contexto. como en un laboratorio en el que el blanco del azulejo permite el contraste de cada elemento que juega su rol alquímico.
Este dolor será el mismo pero diferente en la distancia, a veces más intenso, a veces difuso o anestesiado por los innumerables estímulos del viaje.
No la extrañaré más estando lejos; no más de lo que la extraño estando aquí, al fin y al cabo distancia es distancia, estando del otro lado del mundo o del lado opuesto de una cama y ambos lo sabemos.
Tiempo es lo que pesa y lo que pasa, lo que se escurre como el agua de una catarata que vomita continuidad, como ojo cansado de ser represa, como carcajada que agobia el silencio.
Mis pies no saben detenerse, estas alas son un cúmulo de espasmos involuntarios que siempre y siempre me llevan a algún destino. Las ruedas giran y los motores nunca se detienen aunque a veces no tenga comprado un boleto.
Le ato un hilo rojo en el vacío para que no me extrañe tanta ausencia, para que deje de reclamarme tan maniaca la nada que insignifica.
Ahora la soledad me despide en la puerta y sabe que otras soledades tal vez me esperen allá lejos, de ellas no siente celos pero la veo y sonrío viendo que tiembla como yo, ante la eterna posibilidad de los encuentros.





martes, 5 de julio de 2016

Juegos de azar

Los ojos se opacan para que nadie pueda ver nuestra mano reflejada en ellos. Las cartas no mienten pero nosotros si. La tensión crece, las apuestas inician y uno debe decidir si vale la pena invertir en esta ronda o esperar una mano mejor y más confiable.
El sudor se condensa microscópicamente entre los poros pero se contiene simulando tranquilidad. Nada peor que delatarse a esta altura del juego que no sabemos si siempre fue juego o si en algún momento era algo mas.
Entonces intuimos la mano de la otra persona y lentamente se transparentan sus naipes. Hemos conseguido la ventaja pero a menudo no queremos ganar porque el juego es lo importante, la diversión, la adrenalina o la simple posibilidad de gozar siendo compasivos y entender que hay personas que necesitan más que nosotros esas fichas sin importar de dónde o de quién provengan.
Pero pronto somos la víctima otra vez. Traicionados por esa empatía, los desnudos somos nosotros y nos resignamos a ser fulminados en la partida. Así perdemos ficha tras ficha, juego tras juego, mesa tras mesa hasta que nos sacan del casino a empujones.
Luego nos tiramos en un parque silencioso esperando que una alineación correcta de los astros permita que deje de ser necesaria tanta inútil jugarreta y así la suerte este por fin de nuestro lado.

viernes, 27 de mayo de 2016

Mamushkas

Una dentro de otra
aparecen a su tiempo
se contagian amor
se regalan vida
se conceden el don
se aprenden
se cuestionan
se crecen
se estiman.
Abuela, madre, hija
se siguen
se preceden
y una dentro de otra
son el infinito.

miércoles, 25 de mayo de 2016

Hoy los siento inolvidables


A veces pareciera que nunca maduramos lo suficiente para dejar de necesitar ser parte de algo. Cada etapa que pasa, tenemos una especie de búsqueda de pertenencia mezquina que a veces nos inserta a siniestros rebaños de invidentes. 

En la adolescencia queremos pertenecer a un grupo, en la juventud hacemos activismo o nos aferramos a cualquier convicción, moral, política, religiosa, etc. y pareciera que nunca nos logramos extirpar ciertos chauvinismos tan innecesarios.
Con el tiempo algunos llegan a creer que pareciera que lo mejor es simplemente considerarse un ser humano como cualquier otro, renunciar a lo "especial" de cualquier condición a la que se nos lanzó por azar o consecuencia de nuestros actos y aceptar que somos parte de un universo mucho mas grande que nuestros absurdos individualismos colectivizados.
A menudo no nos damos cuenta que pertenecer a un "grupo" a veces nos hace no pertenecer a otro y ese es el principio de la división humana.
Respetar y valorar a los demás (en especial a aquellos que hicieron y/o hacen algo) es importante para siempre ser conscientes de la dimensión de nuestras propias decisiones pero no para apropiarnos tontamente de la gloria ajena.
Nacer en Sucre es como nacer en cualquier otro lado, una excusa para sentirse orgulloso de lo que hicieron los que antes nacieron aquí y un impulso para estar a su altura. Nada más (y nada menos).
El futuro se hace en el día a día y por encima de la palabra están las acciones, puedo sentir amor sin hinchar el pecho porque es imposible contener su infinita expansión en detalles insulsos.
Es bueno festejar al cumplir una nueva etapa, aunque sea sólo cronológica (como un año más de lo que sea), pero es tonto ensordecernos en alegorías al pasado mientras nos sentamos a contemplar la decadencia frente a nuestros pasos.
¿Cuánto hago?, ¿cuánto apoyo al que hace?... no está demás pensar - en fiestas como esta - si empujo o me dejo arrastrar por el coche al que supuestamente pertenezco.

martes, 12 de abril de 2016

Niñez

La infancia nos marca la vida. Hay detalles que nos acompañan incluso más allá de la memoria y las reacciones que aprendimos a utilizar tanteando al mundo y sus diferencias, se repiten ahora que se supone que "crecimos".
Lloramos igual, digo: por las mismas cosas. las pérdidas, las decepciones y los berrinches porque a veces los demás no juegan a lo que nosotros creímos que jugábamos.
Nuestra infancia nos asecha a diario, espantada viendo en lo que nos convertimos. Mira con su carita de asustada cada vez que creemos que el tiempo (siempre nuestro) no es suficiente para salir a jugar con los amigos.
Al final, somos niños que no han dejado de llorar desde que descubrieron que el mundo se iba volviendo paulatinamente una mierda y hemos sucumbido a la resignación poniéndola en lugar de la fantasía.
Pero hemos aprendido a pasar el mal rato. Fingiendo, jugando un juego macabro lleno de deudas y preocupaciones, con carreras que no se ganan nunca y sin rondas amables en las que la gente se soltaba sólo para dejar entrar a alguien más en el círculo.
Algunos aprendimos a llorar para adentro, metiéndonos de todo a la boca, a la nariz o a las venas para tragarnos el llanto y recibir por ello un tatín que a veces se acompañó con un par de golpesitos tiernos en la cabeza para hacernos creer que lo hacemos bien. Pero el mundo hace eso contigo porque a nadie le gustaría un niño llorando a lado nuestro todo el tiempo durante este viaje interminable (aunque tenga razones de sobra para llorar).
La infancia nos marca la vida y cada uno de nosotros vive mirándose eternamente así frente al espejo. Aunque nos esforcemos mucho por esconderlo.

jueves, 3 de marzo de 2016

Pretérita


Recuerdo tus ojos, no por el color intrascendente, sino por la mirada, esa visión de formas y colores que de alguna manera se me impregnó.

No huyas cabeza, no delires (me digo), recuerda las manos en medio del planeta, la sonrisa abierta, el alma alerta, la propuesta… tanta incerteza y el odio posterior.


No todos tenemos la dignidad de romper lo prohibido para evitar tentaciones, ciertos gritos son sólo eso: botella en el abismo, niña escondida bajo las mesas

Flota, emerge, destaca, desbarata. No pierdas el tiempo, escribe, lee, sufre y luego 

retorna.

viernes, 19 de febrero de 2016

N3Z

...no – dijo la niña – no me culpe por lo que soy ahora. Nunca me dejaron decir lo que pensaba. Estaba mal así: no era la forma o yo no era quién para observar tal cosa.
Por eso culpo y me disculpo. En serio, no es mi culpa – insistió – ni siquiera soy el niño que esperaban mis padres.
Luego sonrió, estiró su manita y de pronto, su caballo amenazaba descuidadamente a mi reina.