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sábado, 20 de abril de 2013

Hamlet de los Andes en Santa Cruz

Una luz, verde e intermitente, golpeaba el rostro de la actriz cuando el primer texto de la obra ya había sido dicho. Una persona en las primeras filas sufría un ataque de tos y los celulares sonaban de manera aleatoria en diferentes lugares de la sala. Esas son mis primeras apreciaciones de la presentación de "Hamlet de los Andes" en el marco del IX Festival Internacional de Teatro de Santa Cruz de la Sierra.
Pero, por supuesto al nivel de lo que se esperaba de ellos, los actores contuvieron el inicio del espectáculo para hacer una severa llamada de atención a un público por demás insolente y luego proseguir con la propuesta en la que se ponen nuevamente en manifiesto todas las cualidades artísticas de este grupo, dirigido en esta ocasión por Diego Aramburo.
La obra, contundente y certera, se circunscribe adecuadamente en varias dimensiones diferentes y explora nuevas estéticas y discursos no vistos antes en las propuestas del grupo; cambios que a su vez, son en sí mismos, un concepto entero (tiempo/espacio) que los lleva a la cuestión principal: ser o no ser.
Se ponen cada vez más en evidencia las capacidades interpretativas de Guimaraes, Achirico y Callejas que se desenvuelven perfectamente de imagen en imagen y de texto en texto, hasta desvestirse y desvestir sociedades reflejándose momentáneamente atascados en el dintel de una puerta, para luego fluir nuevamente en la historia de Hamlet, su historia.
El equilibrio y la tensión son dos aspectos fundamentales en la propuesta, a mi modo de ver, características tan difíciles de alcanzar pero conseguidas con maestría. 
Es que conseguir un punto intermedio entre la estética conocida de Los Andes y la progresista propuesta de Aramburo de seguro no fue algo sencillo y es, justamente en este sentido, que el todo construido aquí se nota compacto y afianzado fuertemente por la experiencia y madurez artística de cada componente de la propuesta.
Hamlet de los Andes, se reescribe desde algunos de los elementos del clásico de Shakespeare desechando otras facetas de la obra original, permitiendo así, mayor claridad en la dirección de las imágenes y el discurso que el elenco pretendía compartir hacia el público - y también hacia el interior. La presencia/ausencia del padre, la traición y otros elementos que emergieron (como el ahogo que provoca el contener el llanto), el abandono y la locura, son parte de esta tensión permanente que se puede leer no sólo en el desarrollo de los 75 minutos de la obra sino también entre lineas.
Contundente, equilibrada, certera y en tensión dinámica, Hamlet de los Andes circunscribe su historia a la historia del clásico anglosajón, a su modo y no tan a su modo pero siempre con la calidad y la belleza que consiguen gracias a su experiencia, disciplina, compromiso y constancia con el arte de las tablas.


Fotografía: http://www.teatrolosandes.com/archivos/foto78.jpg

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