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domingo, 2 de agosto de 2015

Tramo

Adormecido, como pez fuera del agua con esta rutina rota, no termino de comprender la profundidad de los cambios.
Aturdido, vibrante como cuerda de guitarra me desafino y no entro en tono tras este arañazo predecible.
He quedado bailando sólo en medio de la pista, el silencio es absoluto y ahora que me percato, el local está completamente vacío, sin parroquianos, sin mozos ni guaruras, ni fantasmas quedan en el sitio y el eco de mis palpitares tímidamente resuena en las esquinas empolvadas y llenas de telarañas.
Es como si siempre hubiera estado sólo, como si el ambiente, las luces, el ruido y las personas jamás hubiesen estado a mi alrededor.
Silencio.
El camino se prolonga, una carretera por delante se abre en interminables curvas que esperan mis pisadas pero pareciera que camino por andar sin nada que en verdad me motive a continuar en movimiento.
Levanto la mirada y el horizonte sigue ahí, tal cual lo dejé la última vez que lo vi.
Piloto automático.
Vagabundo, errante errático, sin ganas de preguntarme nada descanso a la sombra de mis recuerdos, la luz de la pantalla ilumina mi rostro y en mis ojos vacíos no hay rastro de emoción alguna.

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