...sobre viajes y transformaciones.
Hay viajes y viajes. Los que nos llevan de un lugar a otro en el planeta por ejemplo y los que marcan un antes y después en nuestras propias vidas o incluso más allá de ellas.
Esta trascendencia, hacia otros planos, hacia la existencia de las otras personas a nuestro alrededor o incluso hacia el interior donde algo se quiebra y permite ver que el ser/estar es más que sólo andar por ahí persiguiendo glorias sin sentido, trajo hasta nuestro hemisferio el producto de una investigación que logró salir de lo académico para derramarse en Bolivia y lograr así la circularidad que la directora Karen Lisondra pretendía con esta visita.
Pachakutec, una obra de creación colectiva encarada por varios estudiantes de la Maestría de Actuación y Dirección de la Universidad de Missouri que se sumergieron en la cosmovisión andina como transversal de su investigación, eligió el dificilísimo camino del espacio vacío, donde los mismos actores y actrices, sus cuerpos y voces, van creando los diferentes planos y espacios que se habitan durante el espectáculo. Y con esto no se habla de poco porque, de manera saludable, la propuesta nos conduce por un viaje que aterriza todo el tiempo en distintos lugares claramente diferenciables. Así el espectador en un momento puede ir en un minibús rumbo a Los Yungas y de pronto está en otras dimensiones y planos etéreo/cósmicos o incluso algunos más oníricos aun y todos ellos se plantean dentro de una dinámica que se sostiene a si misma gracias al uso de sus propias capacidades y posibilidades actorales vertidas en escenas a menudo sencillas, orgánicas y casi siempre bien planteadas y resueltas.
Los textos, también asumidos en conjunto fueron finalmente hilados por la directora del espectáculo y también traducidos por ella y su compañero Amado Espinoza que es responsable de la dirección musical de la propuesta, elemento presente y fundamental en el fluido desarrollo de los ritmos y tiempos de la obra y resultado de crear melodías concretas que se vinculasen a las diferentes máscaras bolivianas que aparecen en la obra, lo que logra una maravillosa amalgama con el resto de la propuesta, pues son ellas las raíces mismas de la esencia de los personajes que las habitan.
Así, gracias a las habilidades plásticas de Warren Ludwig, Freddy Acevedo encarna un Jacha Tata Danzanti, Yetunde Felix-Ukwu es un Aña, Emilie Karas presta el cuerpo a un Caporal, Chelsea Kinser a un Opoj, Marianne McKenzie al despreocupado Kusillo y la misma Karen Lisondra, sustituyendo a un actor que no logró realizar el viaje, hace las veces de Ciervo.
La responsable de iluminación Ellos Johnson, utilizando algunos elementos de luz amablemente prestados por el actor local Daniel Aguirre, tuvo que adaptarse a la por demás complicada situación técnica que sigue aquejando al Teatro 3 de Febrero, al que la directora describió emotivamente como “un lugar muy noble pero tristemente abandonado”.
Espinoza, el talentoso músico boliviano, que junto a un equipo de cuatro estudiantes de sonido de la misma universidad encararon la composición de las melodías que se suman a la propuesta tan acertadamente, se da cuenta que el esfuerzo que les costó gestionar y llevar adelante este viaje tiene su recompensa porque se advierte que los actores y actrices que participaron de esta experiencia también han sufrido sus propias transformaciones, quitándose de encima las ansiedades derivadas de la apresurada y desmesurada competencia de su medio para dar paso a procesos de mayor encuentro y comunidad, con raíces más profundas, lo que para él es algo de lo más importante que se ha logrado con esta difícil y arriesgada travesía. “Pero, no importa el problema sino como lo resuelves” dice después haciendo en realidad una especie de síntesis de la obra en la que en algún momento se declara que el sacrificio es la sangre del universo.
El teatro es efímero, lo que vimos los que logramos asistir a la propuesta no se repetirá; aunque la obra regresara no sería la misma porque el público, aunque fuera exactamente igual, muy dentro suyo ya no lo sería y en el caso del elenco, que hace unos días ya inició su retorno a su país de origen, también sería otro gracias a todos estos cambios que aun experimentan en su interior. Cada transformación sin duda es génesis de muchos más cambios: de mirada, de prioridades, de formas de hacer. Cada instante es una nueva propuesta de viaje, una invitación a ser cada vez mejores seres humanos, que es lo que en realidad se pretende con el arte.