
Pasaban las carrozas y flotaba y rebotaba la gente entre melodías, colores y espectáculos varios.
Mandatarios y gente común bailaba la misma esperanza, las mismas añoranzas mientras Fito Paez entonaba su “ciudad de pobres corazones” para todos los que se dieron cita en el lugar o frente a sus televisores.
Pablo Milanés también hizo vibrar el asfalto de la capital Argentina mientras los tambores de bagualas y chacareras hacían sacar chispas a los bailarines en alguno de los stants preparados para el festejo.
Aquí las calles parecieron andarse solas, entretejerse entre si. Anoche, Buenos Aires era una fiesta.
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