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sábado, 13 de octubre de 2012

Al muerto-vivo


Llego tarde a tu conmemoración, casi casi me olvido. Pero veo que pareciera que haz dejado de estar de moda y te visito con gusto.
Cuarenta y cinco años muerto y sigues vivo.
Hace poco me di cuenta que ya estaba dejando de creer, que me estaba ganando el malestar, la nausea, el sistema, el egoísmo. Es que si, es más cómodo el escritorio, no molesta poder pagarme ciertos beneficios, entrar en la competencia aprender a salvarme a mi mismo muy a pesar de los míos.
Pero es ese absurdo el que pesa, el inculcado pesimismo, la estupidez de no intentar ser mas humanos, esta resistencia a pensar por uno mismo.
Te dolería tanta ceguera en plena era de la información; te apenaría, como humano, tanto y tanto desperdicio.
Siento mucho llegar tarde para decirte que algo menos importante me entretuvo, que en el mundo me perdí como la mayoría olvidando de apoco lo que me conmovía de tu accionar, de tus palabras, de tu vida y tu compromiso.
Algunos saben que hice el intento de decir las cosas, de activar otros cerebros, pero me adormecí como tantos en el sistema que en ese afán se sabe certero; lo siento.
Pero pude pasar a saludarte, a mirarme en un reflejo de chiquillo, a darme un respiro y recordar que creía, que creo todavía pese al frío.
Ahora regreso al mundo de los muertos, a esta pecera de corderos que aceptan tan mal destino, al planeta agonizante que no encuentra alivio, al futuro que (a tantos) les tiene previsto el olvido.

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