...no – dijo la niña – no me culpe por lo que soy ahora. Nunca me dejaron decir lo que pensaba. Estaba mal así: no era la forma o yo no era quién para observar tal cosa.
Por eso culpo y me disculpo. En serio, no es mi culpa – insistió – ni siquiera soy el niño que esperaban mis padres.
Luego sonrió, estiró su manita y de pronto, su caballo amenazaba descuidadamente a mi reina.
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