Lo que se esconde tras la fiesta no puede ni nombrarse,
lo que se acalla tras el ruido de los fuegos fatuos
que te hacen ver al cielo escapando del panorama,
son las centellas en tierra y el ruido de la desesperanza.
Dejo que el rencor se me ablande hirviendo en la picana
y cierro la puerta para que el vecino que no tiene,
no se antoje lo que es mío
y también para evitar que su música de funeral
no me arruine a mi la fiesta.
Y luego, todo se entibia y hasta me olvido.
Al menos hasta que pasa de nuevo,
cada vez más cerca de mi puerta.
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