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martes, 9 de octubre de 2007

a 40 años

Son ya cuarenta años y el eco de las quebradas siguen rebotando el sonido del percutor que te dio muerte.
Escucha las guitarras y las voces de muchos que te siguen dedicando canciones a su manera. Hoy, otra gente se regordea con tu voz intentando repetir esas palabras que no les caben en las bocas y la misma historia te rememora sin dejarte opaco pese a los intentos de mandarte al saco de los olvidados.
Sabes que ya son demasiados en ese saco y consigues de vez en cuando regalarles la luz de Virgilio que te tocó cargar tras tu muerte. Eres el inapagable, el único sabedor de la consigna que te empujó a morir por los ideales que te motorizaban.
Digno y más digno... no todos aprendemos a renunciar a la facilidad de lo cotidiano para ir en busca de todo aquello que puede catalogarse como utópico; sigues yendo más allá del desánimo que provoca este mundo injusto para meterte en lo distante que a veces parecen estar los anhelos perosnales de cualquier naturaleza.
Estás ahí, a cuarenta años de darnos cuenta que vale la pena existir para intentar hacer lo que uno cree vehementemente que es lo correcto.

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