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lunes, 12 de enero de 2009

Viaje de fin de año

Este fin de año me pilló registrándome en un hostal de Puno. Luego de un duro viaje de Sucre a La Paz, donde tuvimos el primer percance técnico con el automóvil en el trayecto inicial (Sucre - Potosí), y luego de pasar la noche en la ciudad de Chuquiago nos fuimos con rumbo oeste para pasar la frontera por el lado de Desaguadero.
Bajamos a Puno y ahí mismo nos atrapó la llegada del nuevo año. Enormes luces iluminaron el cielo de esa ciudad Peruana y nos quedamos en ella un par de días para luego salir hacia la carretera panamericana para hacer otra parada nocturna en Atico que ya es una ciudad costera.
El mar rompía contra rocas y playas mientras en silencio los sueños intentaban torturarme como si fuera cierto todo ese "ensayo sobre ciegos" que Sábato me regalaba en su libro "Sobre Héroes y Tumbas" que fue mi verdadera compañía durante este peregrinaje de renacimiento y meditación.
Por un instante sentía la fuerza y energía de las enigmáticas lineas de Nazca pero pronto mis cabilaciones, figuraciones y otros tormentos y fantasmas me distraían en la música que repetía "...how I wish you where here", sin embargo en este punto la negación se convertía en aceptación y resignación, en desengaño franco.
Lima estaba ahí, con sus playas, sus catacumbas y su sinfín de atractivos para turistas. Mientras mi libro se consumía al borde de las playas llenándose de arena, el tiempo pasaba y pronto era momento de emprender el regreso.
Conocí la noche limeña. A fondo y en soledad me entregué al capricho de mis propios pasos hasta terminar hundido en la más profunda melancolía que te regalan los suburbios de cualquier ciudad gigante. La oscuridad y el peligro en verdad no me acobardaron, al fin y al cabo la vida es de uno y es lo único que - en el peor de los casos - se podía perder. esa noche sólo perdí los lentes y la billetera.
Emprendimos el regreso y en lugar de volver por Puno regresamos por Moquegua donde también hicimos una parada. Tanto el viaje como el libro que leía llegaban al final y al día siguiente por la tarde estábamos nuevamente en La Paz.
Oruro y el poder de sus brazos nos alimentó con platos magníficos en el último almuerzo del viaje. "Sucre, hoy te siento inolvidable" pensaba al llegar a Potosí. Sentía que necesitaba regresar a mi madriguera, a mi refugio. Deseaba tanto estrellarme contra mis almohadas y perderme del mundo, dejarme morir aquí y ahora pero - como revalorizándome - alguien me llamó para decirme que necesitaban nuevamente uno de mis talento menos explotados (el dibujo) y así como recién llegado, me sentí útil, importante, trascendente y sonreí aliviado antes de bañarme para salir a verme con los viejos amigos en el boliche de costumbre y creer en mi y quererme.

1 comentario:

Lilyth dijo...

Sucre yo también te siento inolvidable...
Que extraña sensación de melancolía en pleno verano y vista al mar, verdad? aun así, entre la bulla y la gente uno puede sentirse tan solitario ... a veces no mas...
Besitos Pacho! que seas útil!

;)