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jueves, 4 de agosto de 2011

Avances implacables

El tiempo ha pasado tan en silencio que uno no se da cuenta cuándo su lánguido transitar y su avance implacable se han vuelto conscientes.
Es hermoso poder darnos cuenta de lo mucho que hemos avanzado. Ahora vemos las etapas con claridad, notamos y anotamos cada relación importante, cada injusticia, cada triunfo, cada travesía, cada pequeña porción de tiempo invertido.
De a poco vamos asimilando las fallas, las virtudes, los dones recibidos, los objetivos alcanzados, los acobardados escapes, los sinsabores, las decepciones.
Nadie vale lo que cree valer y por esto a veces aceptamos pequeñeces dudando de nuestro derecho a reclamar lo que merecemos en verdad. Recién más adelante uno es capaz de ponerse firme ante las valoraciones minimizantes y abandonar los lugares que nos desgastan.
Los años avanzan y uno prioriza cosas diferentes; uno se analiza con mayor profundidad, con mayor certeza pero también con mas torpeza y mordacidad.
Ha pasado tanto tiempo cargando incontables encuentros, que como una película, la vida termina siendo sólo una enorme sucesión de cuadros y sensaciones.
Es gracias al tiempo que uno aprende a no desesperar, es gracias al tiempo que las etapas duran o perduran y es él mismo el que limpia las limaduras que producen las sumisiones.
Por suerte mi niñez me acompaña eternamente, a ella le debo esta transparencia, a ella le dedico esta hermosa capacidad de sonreír eternamente.
Han pasado los años y el tiempo sigue regalando vivencias y entendimiento, incluso a pesar de los extravíos.

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