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martes, 20 de marzo de 2012

Es un buen tipo mi viejo...

Hay todo tipo de padres, y así como hay padres que no parecen padres, hay padres que nunca supieron que lo son.
Pero también están los papás, los enserio. Los que hasta cansados, siguen ahí y saben sumergir sus propios fantasmas para regalar oxígeno a sus hijos aunque a ellos mismos les esté haciendo falta respirar.
Los seres humanos sabemos juzgar fácil y ligero. No nos detenemos a indagar en las razones que conducen a las personas a actuar por debajo de nuestras propias expectativas y de esta manera, cedemos protagonismo a nuestra soberbia y terminamos viendo sólo lo que queremos ver; lo que encaja con nuestra visión obtusa de algo, lo que nos permite llenarnos de bilis la boca.
Debido a esta horrorosa tendencia, pasa muy a menudo que juzgamos severamente a nuestros padres (mucho más que a nuestras madres) sin alcanzar a vernos reflejados en ese mismo sentir de omisiones y excesos por parte de sus apoderados. No sabemos ver sus insatisfacciones, sus frustraciones y faltas creyendo que ellos no fueron también esos hijos con expectativas insatisfechas. Y, somos de un juzgar tan fácil y ligero.
Implacables, inconscientes, así llenamos de bruma los lugares lúcidos del tiempo transcurrido junto a nuestros padres. Los miedos enfrentados gracias a su mano acompañante, los útiles consejos prácticos, las lecciones de matemáticas, la extraña curiosidad por la lectura, el ajedrez...
Mi padre, particularmente, supo siempre entablar amistad con las amistades que yo tuve. Extraño no aceptar con facilidad que también tuvo que haber entablado una amistad conmigo para lograr eso.
Como pasa siempre, cada uno será consciente de algunas cosas sólo cuando el espíritu le permita llevar ciertos elementos más allá de la razón hasta conseguir una comprensión casi intuitiva de ellas, comprensión que tal vez por ahora sigue vedada a nuestros ojos.
Siempre vamos a querer a nuestros padres, muy por encima del orgullo, de la negación y los complejos.
Porque la gratitud es en esencia justicia y porque su presencia en nuestra vida es digna de respeto y admiración: Felicidades papá!.

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