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viernes, 25 de octubre de 2013

Ingratitud

Dicen que sonreía al abrir las fauces,
que su rostro pacífico no era real,
que su mirada parecía no albergar males,
pero mordía siempre sin avisar.

Contaba sólo los favores hechos
no lo que otros hicieron por él
su luminoso ego se fue por los techos
y se quedó solito con su pastel.

Triste conducta tan impulsiva,
morder hambriento sin saber ver.
Crecer - dicen - es  parte de la vida

como extraviarse, como perder.
No es necesario procurar heridas
demostrando cuánto creemos valer.


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