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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Al final de este viaje

y me tendí en el piso de madera, y mientras veía a Dylan, sentía cómo la casa susurraba su tristeza de saber que en unos días ya no estaría ahí.
Y entendí tantas cosas de pronto, entre la soledad y la oscuridad cortada por la luz de la ventana y la aceptación de una casa que sabía que iba a a ser demolida. Entre las personas que se habían alejado de mi y las que cruelmente habían forzado ese viaje regalándome una experiencia tan fantástica.
El viaje concluía con las palabras y energía de mi gurú mezcladas con el chasquido de las llantas arrollando el asfalto mojado por la lluvia y la contagiosa resignación de aquella casa que acogía por última vez a alguien en su interior repitiéndose a si misma: hay algunas cosas que no deben perdurar.

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