En facebook

domingo, 18 de diciembre de 2011

Trenzando melodías

Hablar del concierto de presentación del disco “Utach kirki” o “Canto a las casas” de Parafonista y Elvira Espejo, es hablar de hilos distintos convertidos armónicamente en un tejido vivo.
La palabra clave – según me comentaron Alvaro Montenegro y Elvira Espejo – es: trenzar. Y esta palabra, contiene una larga cadena de significantes que la han nutrido durante el largo proceso que ha precedido a la aparición de este nuevo material compartido entre estos artistas que efectivamente logran ese trenzado que incluye incontables elementos que van dibujándose melódicamente imperceptibles en una amalgama exquisita que susurra palabras totalmente sincrónicas y claramente proyectadas.
En este trabajo, es posible apreciar varias muestras de cómo hacer las cosas para que exista una verdadera simbiosis entre estilos, instrumentos y cargas históricas de melodías aparentemente tan diferentes entre sí evitando con galanura a lo folklórico/comercial que, desde la visión de ambas vertientes de esta propuesta, no hace otra cosa que crear prejuicios y detener el cauce natural del arte de nuestra Bolivia profunda y real.
Hablar de este “canto a las casas” es hacer referencia al libro “Hacia un orden andino de las cosas” de Dennise Arnold y Juan de Dios Yapita que fue una fuente de inspiración que terminó juntando esa recopilación a las propuestas y experimentaciones nuevas dando como resultado un dual ancestral-actual, dejando así en claro que el arte es cultura en movimiento, dinámica imparable y cíclica de palpitares incansables que lo expanden y contraen todo.
Pero otro aspecto casi imperceptible, es también afluente de esta sensación de modernidad, y no es precisamente el sonido digital o los instrumentos occidentales sino la misma ejecución de los Huayna Sirineros cuyos kalampeos (rasgueos) ya no son la misma cosa, pues – como en toda sociedad – dejan su rúbrica generacional ejerciendo, con esa juventud asumida con convicción, su naturaleza de manantial comprometido e inagotable de propuesta, reconstrucción y reinvención de todos los imaginarios.
Mario Rodriguez, a tiempo de presentar este material discográfico, ya nos había adelantado un poco esta evolución de las cosas y las casas. De los pueblos, las ciudades y las sociedades que finalmente – inmortales – se terminan entrelazando en tejidos complejos que a veces no saben distinguirse o aceptarse como un organismo multicelular con intrincadas interdependencias e irrompibles circuitos que le dan su aguda pujanza.
Complicado trabajo plasmar musicalmente tanta información sin caer en lo etnográfico, en lo antropológico o en lo musicológico; dura tarea mantener una distancia prudente con eso “académico” – seguramente tentador – y conseguir ese equilibrio, esa asociación que se percibe orgánica en las canciones de este “Utach Kirki”.
Como buena tejedora, Elvira Espejo nos habla en el disco de pueblos nuevos, de cimientos, de sendas, de autoridades tutelares, de ecología y hasta de suegras y loros con la sinceridad producto de ese algo que dentro de cada uno de nosotros se va haciendo y replicando casi como si fuera una memoria celular – a decir de un buen amigo mío.
Se cierra así un segundo repertorio de estos “sonares comunes” que empezó con el disco "Thakhi" cuyo rasgo principal es esa bidimensionalidad de su contenido histórico ancestral con la frescura y sinceridad de la propuesta de cada integrante e invitado al trabajo discográfico que, desde la perspectiva de Parafonista, buscó aliado – acertadamente debemos decir – en esa Bolivia no cliché, en lugar del arquetípico jazzista extranjero que de ninguna manera hubiera podido aportar tanto como este par de trabajo encontrado en Elvira.
Se siente en esta propuesta una esencia verdaderamente original que propone este complejo entramado que dibuja y vibra potente y es diacrónico y sincrónico a la vez como la mismísima metáfora que tejieron entre Elvira y Alvaro: trenzar. Pero trenzar bien.

Fotografía: archivo Página Siete

No hay comentarios: