
Los actores Ariel Muñoz, Christian Castillo-Luna y Marcelo Sosa, dirigidos hábilmente por Mari Carmen Monje, tomaron la obra desde una visión del absurdo y le pusieron los elementos necesarios y suficientes para conseguir un producto bien templado, polisémico, ameno y penetrante.
Quedan claros los conflictos y relaciones, se dice lo que se debe, se calla lo que se espera que sea completado por el público, en un proceso gestáltico que opera hábilmente con los datos necesarios sobre lo que se dice en la obra. La magia, de una convención bien planteada al público, permite que sin más ni más, todos comprendan que pareciera haber distintos idiomas en la puesta sin que los haya en realidad. Uno se permite imaginar millones de posibilidades dentro de este juego, pero sin engolosinarse, la situación evoluciona hasta procurarse un desenlace abierto que deja muchas más posibilidades en las construcciones internas de cada espectador.
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